Ando triste. Es algo diferente a cuando te deprimes y no quieres salir de las cobijas. No esto es algo que te duele en el corazón cada que tu mente se queda callada.
Quisiera contarle a alguien, pero mi mejor amiga esta enojada conmigo (y me lo merezco), no sabría a cual amigo contarle (desventajas de tener una decena) y a Dios, aunque quisiera reclamarle, la verdad es que tengo una buena vida y él no tiene nada que ver en mis tonteras.
Desde hace poco me surgieron las ganas de tener un perro.
Siempre veo a Ti’ana tan acoplada a Kiba: platican, duermen juntas y se quieren mucho. Es lo más parecido que se puede a verla con su daimonion. A Kiba le gusta más jugar conmigo, pero sólo es porque yo si me dejo rasguñar (entiende perfectamente que Ti’ana es más delicada). Y aunque Kiba siempre nos busca a los dos, odia que nos peleemos (ni en juego) y se encaja siempre entre nosotros, la verdad es que se lleva mejor con Ti’ana.
Yo quisiera algo similar, pero obvio no puedo tener un lobo, aunque nada me impide tener un cachorro de lobo, alias “un perro”.
Hay una perra callejera que usualmente está frente a mi casa y mis vecinos la alimentan. No es agresiva con nosotros, de hecho es muy tranquila y siempre se quita de mi camino. Pero cuando van por ella los de la perrera, se pone muy agresiva e inclusive en una ocasión que la tenían acorralada, saltó del segundo piso para librarse de ellos.
En varias ocasiones ha tenido cachorros y se los van llevando (quien sea) hasta que viene la perrera y se lleva todos (excepto a la perra). Esta vez tuvo tres que ya tienen 2 meses. De los cuales hay uno que aunque no es el más bonito, si es el que es más juguetón y se nos acerca cada que pasamos por ahí.
Lo pensamos, lo pensamos y lo volvimos a pensar, hasta que ganaron mis ganas del perro y decidimos agarrarlo. Lo bañamos, le quitamos las pulgas y lo pusimos en cuarentena de una noche antes de acercarse a Kiba y Ti’ana, me encerré con él y pasamos bastante bien la noche. El perro estuvo muy tranquilo y Kiba lo miraba con sólo un poco de miedo.
A la mañana siguiente todo pintaba muy bien. No dormí bien por darle cariño y hasta las 8 de la mañana pude acostarme en mi cama a dormir un poco: abrazando a Ti’ana, Kiba entre los dos, con cobijas calientitas y el perro… me duele decir el nombre… el perro en un “cojín para perro” que compramos, durmiendo tal vez tan cómodo como nunca. Yo sabía que, en cuanto se despertara, todo iba a acabar porque tendría que perseguirlo para enseñarle donde hacer del baño.
Pues eso fue todo el día. Me la pasé vigilándolo, nunca pude prever su graciosada y en cuanto veía el charquito lo espantaba con un golpe a un lado, lo cargaba a una esquina en el patio y trataba de convencerlo de hacer ahí. Ese fue el consejo de mi hermana que tuvo sus perros desde la semana de nacidos. Todo el día lo vigilé, hice eso y nunca me di a entender. El pobre perro estaba regañado en una esquina sin saber ni que hizo mal y luego corría a su cojín a dormir, casi como un niño deprimido que lo mandan a su cuarto.
Cada vez yo estaba más frustrado, no sentí ningún avance y el perro sólo quería dormir y me miraba muy triste. Si lo dejaba dormir, en la noche iba a estar despierto y orinando. Aunque orinaba en el suelo y no sobre cosas, pasa por ahí, se moja las patas y lo esparce por toda la casa. Entonces debía mantenerlo despierto para que durmiera en la noche, al día siguiente lo encerraríamos hasta nuestro regreso sin importar cuanto chillara en el día, ni modo.
El es muy juguetón, en la calle se la pasa corriendo y peleando con sus hermanos. Cuando yo lo despertaba, jugaba un poco y se aburría de mí. Kiba lo miraba desde la cama o el sillón, curiosa pero sin el más mínimo interés en jugar, aun cuando él le ladraba moviendo la cola. De ella no obtuvo la diversión que necesitaba y yo no estoy como para hacerle tanto circo. Por aburrido y deprimido se la quería pasar durmiendo. Infeliz
La tercera cosa fue que por pelar al perro, no pude estar con Ti’ana. Llevo varias semanas con mucha tarea y la tengo muy descuidada (ella que es como una rosa). La extraño. Y el perro no me dejó hacer nada con ella. Ella solita lavó ropa, cocinó, dobló ropa, vio tele. Yo ni siquiera pude platicarle historias como usualmente lo hago, sólo estuve, como un vago, jugando con el perro. Para el final del día ella estaba muy enojada conmigo.
Y esque ella me lo advirtió. Ella también quería un perro pero sabía que nos causaría muchos problemas: Necesita demasiada atención, cuesta mucho más dinero que un gato, come mucho más que un gato, son sucios, ladran fuerte, desean jugar mucho, los tienes que estar sacando a pasear y por eso pueden traer pulgas.
En cambio Kiba se acopla tanto a nosotros: duerme en nuestras piernas, nos busca y se acurruca cuando vemos tele, odia salir de casa, platica mucho, se da a entender cuando necesita algo (cuando no, es porque nosotros somos muy tontos y no le entendemos), entiende perfectamente cuando hace una travesura y NUNCA se ha orinado fuera de su arena (ni cuando dejé su caja sobre un mueble inaccesible por 3 días). Así como estamos somos una familia feliz, ¿para que más? me decía Ti’ana.
Maldito seas Gabriel. ¿Por qué nunca le haces caso?
Yo carezco de sentido común. Soy muy bueno en la lógica y podría ser un buen robot, al menos, cumplo con las 3 leyes de la robótica. Pero no tengo creatividad y nunca noto cosas que para los demás son obvias. De ahí que Ti’ y yo seamos un gran equipo… cuando le hago caso.
¿En qué estaba pensando? Acaso creí que el perro iba a ser feliz jugando con Kiba, yo abrazado de Ti’, jugando y contándole cuentos. ¡¡Y además el perro iba a aprender donde hacer del baño en un día!! Sólo falta una florecita en algún lado, tal vez en la mesa.
Para el final del día yo estaba absolutamente desesperado, creo que nunca había llegado a esa intensidad del sentimiento, el perro aburrido y confundido cada que lo regañaba y Ti’ana pensando en el divorcio. No la culpo, nuestros trabajos apenas y nos dan tiempo de estar juntos (como quisiéramos) y esto es casi como tener un bebe. Fui un necio. Cuando ella explotó y me dijo todo lo que ya me había dicho antes, yo sólo pude llorar. Pensaba en que soy nadie y que no merezco a Ti’ana, en que a mis 26 años sigo peleando con una carrera que para otros no les es tan difícil, en que nunca me funciona mi sentido común y que no oí a mi Ti’. Bueno, todo eso es arena de otro costal.
Sólo encontré una solución: regresar al perro.
Sabía que podía hacerlo porque sus hermanos habían venido a buscarlo dos veces, ellos lo aceptarían aun ya bañado. La perra también. Entonces, con el corazón destrozado (y el de Ti’ana) lo agarré del cojín donde estaba dormido y lo lleve a la calle donde dormían sus hermanos. Ellos se emocionaron e inmediatamente los tres se pusieron a jugar. Justo lo que necesitaba el perro.
De pequeño, en un libro de texto gratuito, leí una historia de un perro que se perdió de sus dueños y se vió en la necesidad de vivir en la calle. Al inicio la gente lo acariciaba y lo alimentaba, más cuando él correteaba a las ratas y las mantenía a raya. Un día, al perseguir a una rata entró a un charco de lodo y se ensució. De una día para otro la gente lo corría por verlo sucio, pensando que estaba enfermo. Dejaron de alimentarlo y ya no lo querían, el perro no supo ni porqué pero su vida de ahí sólo empeoró. Los perros callejeros no están vacunados y lo más probable es que mueran de alguna enfermedad, sino los atropella un auto antes.
A merced de eso deje a mi querido perro.
Me merezco este vacío en mí. Con el tiempo pasará. Así como ha disminuido un poco ahora que he escrito lo que pienso.
Si el Gab de la secundaria leyera esto, lo más probable es que me recomendaría el suicidio. Yo odiaba a los perros y además era la persona más segura del mundo. He cambiado mucho.
1 comentario:
Hay Gabo, no te deprimas carnal, es complicado tener una mascota, pero es mas complicado buscar esa afinidad que tiene Betzy con Kyba. Se necesita tiempo y mucha paciencia. Ya llegara su momento, mientras no quites ojo de Xiwe para que no le pase nada, aunque no este viviendo con uds.
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